Sábado por la tarde, y Ana no había visto a Angel en toda la semana. Era extraño, pero deseaba verlo. La última vez que se habían visto las cosas habían cambiado. Angel no era tan cretino como lo planteaba su amiga. No creía que le estuviera coqueteando, no tenía sentido. Quizás solo quería ser agradable y hasta su amigo.
Kate no estaría con ella como todos los fines de semana, ya que Cris literalmente le había lavado el cerebro. Ese día lo dedicarían a subir el cerro, el siguiente salir a correr y hacer ejercicios por la tarde.
Decidió salir. Primero iría a la biblioteca, luego compraría un café y se iría a leer sobre el pasto o en una de las bancas en la plaza del centro.
Era un día caluroso, de esos que odiaba. No le gustaba el calor, no porque le molestara el sol, sino que odiaba la ropa para esos días. Le encantaban sus polerones y jeans, y tener que despegarse de ellos era todo un problema. Eligió unos shorts hasta la mitad de los muslos, una polera blanca dos veces más grande de lo necesario y sus convers negras. Se miró al espejo y decidió dejar el cabello suelto y ponerse su gorra de béisbol gris de los Dodgers que su hermano le había regalado y salió, conforme con lo que había logrado a pesar del día.
Su plan fue casi un éxito. Escogió un libro en el que se veían lobos y vampiros en la portada y compró un café helado para llevar. Lo único que no coincidió con su plan fue el hecho de que fuese fin de semana y la plaza estuviera repleta.
Decidió caminar por la calle principal en dirección al lago y buscar allí un lugar para sentarse. No llevaba bolso, solo su reproductor de mp3 en el bolsillo de donde salían los audifonos que la llevaban al ritmo de Ed Sheeran, el libro bajo el brazo y el vaso con el café aún sin beber.
Cuando llegó, el escenario no era muy diferente al de la plaza, pero aún así había menos gente y encontró un lugar junto al árbol. Sentada al fin, le dió un sorbo a su bebida. Se acomodó para comenzar a leer. Dió un último vistazo al paisaje y se sumergió en la lectura.
Estaba demasiado concentrada en el romance entre el ser mitológico y la jóven con suerte, para tener noción de las 2 horas que llevaba sentada. Solo se distrajo cuando alguien le quitó el libro. Se asustó y miró hacia arriba.
Si bien deseaba verlo, no esperaba ver a Ángel en ese lugar. Para su sorpresa, no se enojó a pesar de que estaba leyendo la escena del beso.
《Lo tengo que haber invocado esta mañana》
El la miró como si le estuviese reprochando algo al mismo tiempo que negaba con la cabeza.
- Estaba esperando a que terminarás de leer pero llevo sentado frente a ti más media hora y no has levantado la cabeza ni una sola vez - La acusó.
No lo había notada, era tanta la gente que pasaba junto a ella que dejó de prestarles atención a los 5 minutos de haber llegado.
- Oh. ¿De verdad? - Recibió el libro que el castaño le devolvía - Lo siento.
Pasaron unos segundo y ninguno hizo o dijo algo. Ana miraba el pasto y Angel a ella.
- ¿Te vas a parar o tengo que sentarme yo? - Dijo con un tono que parecía molesto.
- ¿Se supone que nos haremos compañía?
- ¿Se supone que otra vez respondemos con preguntas? - Ana no lo pudo evitar, rió fuerte e intentó levantarse.
Un dolor agudo le cruzó por ambas piernas y supo que su cuerpo sí había asimilado el tiempo que llevaba en la misma posición. Volvió a tumbarse en el suelo y una mueca de dolor la delató.
Angel tomó el vaso vacío del café y le tendió la mano. Ella la sostuvo, y con una lentitud desesperante logró ponerse en pie. Cuando lo hubo hecho le dedicó una mirada rápida y notó que el joven como siempre se veía increíble. Al igual que ella llevaba una gorra pero negra y sin ningún adorno. Una polera naranja con números estampados, jeans cortados a la altura de las rodilla y unas zapatillas Nike blancas.
Aún no se soltaban. Él le apretó un poco más y la obligó a caminar un par de pasos tomados de la mano. A la joven se le acaloro la piel, se le revolvió el estómago y como si él hubiese escuchado los latidos fuertes de su corazón la soltó de golpe.
《Tiene que haber pensado que estaba malinterpretando nuestras manos. Bueno si lo hice, pero solo un poco. Ayyy qué vergüenza》
- ¿Hacia dónde vamos? - Sorprendió a Ana con la pregunta.
- ¿Có… cómo?
- ¿Me refiero a donde iremos ahora? - Ana siguió igual de confundida.
- Tu fuiste el que me levantaste. ¿No tienes algún plan? - Aún sentía las mejillas afiebradas por lo que se limitaba a mirar el pasto que pisaba.
- Ahmm, sí. Tenía planeado acompañarte a casa pero no sé donde vives, me tendrás que guiar tú. - Por el rabillo del ojo vió como se encogía de hombros.
La respuesta tan directa dejó a una Ana nerviosa y sin saber que decir. Una cosa era clara; sí, ella quería que la acompañará. Pero si Kate tenía razón, y él solo era un mujeriego estaría siendo una más de las que le permiten ser el galán.
- Lo siento, no voy a mi casa - Entonces se iluminó - Tengo que ir a dejar el libro a la biblioteca antes.
-Ok, entonces nos vamos en dirección a la biblioteca y luego a tu casa - Sonrió - Al menos al primer lugar yo puedo dirigir.
《¿No entiende las indirectas?》
Entonces entendió que daba igual lo que dijese, él la acompañaría de todas formas.
- Ok, si te cansas de tanto caminar no es mi problema.
Ángel no respondió, se limitó a asentir con la cabeza.
Caminaron en silencio hasta la biblioteca. Ana dejó el libro y retiró su carnet de miembro. Se demoró solo por el placer de hacer esperar al jóven y salió con paso lento a encontrarlo.
- Bueno, ahora eres tu la que guía - La miró de pies a cabeza y Ana bajó la cabeza.
- Vale. - Se limitó a responder.
Llevaban cerca de 5 minutos caminando. Ana comenzaba a lamentar no llevar uno de sus polerones, sentía como dentro de a poco el frío le recorrería la piel. Las calles estaban llenas de árboles proyectando sombras en el camino. Todo apuntaba a que el trayecto sería igual que el anterior. Hasta que el moreno rompió el silencio.
- Así que te gusta ese bajito ¿Como se llamaba? - Ana lo miró con sus ojos como plato - Oscar - dijo - ¿verdad?
Ana sabía que él lo recordaría, pero no pensó que se lo fuese a tirar como un balde de agua sobre la cara. Incluso las respuestas que había ensayado en caso de que él preguntará se le esfumaron de la cabeza. ¿Tenía que ser tan directo siempre?.
- ¡NO! - Respondió.
Él la miraba a los ojos, sin expresión y ella supo que no le creía y esperaba una respuesta seria. Bajo la cabeza. Enrojeció. Se sintió diminuta. Asintió.
- Sí… - Dijo en un susurro casi inaudible. -Ridículo ¿verdad?
- No - respondió.
Ana no lo miraba así que no tenía idea de lo que podría pasar por su cabeza y la verdad es que tampoco quería averiguarlo. Bastante le había costado asumirlo delante a su amiga y no entendía por qué de buenas a primeras le había confesado eso al ya no tan extraño. Era como si cada vez que le hiciera una pregunta ella estuviese obligada a contestar. No le podía mentir. Sentía sus ojos intimidadores leyendo su mente.
-¿Quieres la verdad? - No espero respuesta - Si, y bastante.
Lo miró pero no parecía burlarse. No había rastros de diversión. Era todo lo contrario, parecía enojado.
-Pero a la que le gusta es a ti, así que supongo que esta bien - Relajó la expresión - ¿Siempre has vivido aquí?
《¿Eso es todo? ¿No te vas a reir? ¿No vas preguntar por qué?》
- Ehh sí. Nací aquí - Se relajó - ¿Y tú? ¿De dónde eres?
-De la capital - Sonrió al recordar - ¿Sabes? allá también era popular - Se echó a reír.
Le contagió la risa a la jóven y el nerviosismo se esfumó.
《Que bien se le da cambiar el ambiente》
-¡Ya! ¿y también eras igual de creído que acá? - Lo acuso con la mirada.
- La verdad era peor - Abrió los ojos y la miró con la boca abierta. Ana siguió riendo.
Ya casi habían llegado. El camino se le había vuelto increíblemente más corto que de costumbre.
- ¿Sabes? - La miro de pies a cabeza - Deberías cortar tu falda del colegio - Ana abrió la boca - Te queda fatal y mirándote hoy, te verías mucho mejor mostrando un poco las piernas.
No supo qué responder, ni siquiera se sintió ofendida, solo sorprendida.
- Llegamos - Miró hacia la puerta - Esta es mi casa.
- ¿Ya está? ¿Eso fue todo? - Hizo un puchero.
El gesto le pareció tierno. Ana sonrió.
- Gracias por acompañarme.
- Gracias por dejarme acompañarte, a pesar de que no querías - Parecía divertido y Ana puso la cara de un cachorrito pidiendo disculpas. Solo le faltaba esconder la cola.
Se despidieron con la mano. Angel comenzó a caminar, mientras Ana aún trataba de abrir la puerta. Logró girar las llaves en el cerrojo y entrar, pero antes de cerrar la puerta tras ella, unas últimas palabras llegaron a sus oídos desde lo que ya parecía un par de metros.
- ¡Ana! - Asomó su cabeza por la puerta y miró en la dirección del castaño - ¡¿Sabes? tu y yo nos veríamos mejor juntos que con el pequeñín!.
Eso fue todo, se volteó y camino como si nada, despidiéndose con la mano por sobre su cabeza.
Mientras él se alejaba Ana se quedó unos minutos pegada a la puerta. Intentó no imaginar nada. Toda la situación del día junto a Angel la tenía confundida, pero lo último la había dejado incluso algo mareada, con el estómago tan apretado que, a ratos, sentía ganas de vomitar. Era extraño. Era incapaz de tomar con seriedad sus palabras. Logró mover su cuerpo de la entrada.
Mientras caminaba, se sintió ligeramente -muy- feliz.
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