Capítulo 1

Estaba ebria, lo sabía. Tomaba todos los fines de semana pero nunca pudo controlar bien el alcohol y era común el estado de embriaguez cada vez que iba a una fiesta. Era alegre con o sin bebida pero se sentía mucho más atrevida cuando el trago comenzaba a hacer el efecto. No era la muchacha más agraciada del pueblo. No tenía un rostro como actriz de Hollywood, pero era lo que más resaltaba de sus cualidades y lo que a ella más le gustaba. Ahora, su contextura física era otra cosa; su cuerpo era grande en todos los sentidos. Bueno, en casi todos, dejando el trasero de lado que no era pequeño, pero dejaba de ser tan voluminoso como sus pechos.  No llegaba a ser gorda pero si rellena, además de ser siempre la más alta de su círculo, por lo que Ana Badía no pasaba desapercibida de ninguna manera, y el alcohol la ayudaba a tomar coraje y sentirse más segura de sí misma. O al menos era lo que ella creía hasta el momento.  

Había llegado temprano a la fiesta de cumpleaños de su mejor amiga Kate Albornoz. Siempre le pareció extraña la combinación de nombre de su amiga. La casa era pequeña y Ana la conocía de memoria. Sólo tres habitaciones que era suficiente para la familia, una para los padres de Kate, la propia de la chica y una más para algún huésped que tenían de vez en cuando; la cocina era pequeña con muebles en las paredes y cerámica blanca por todos lados; la sala  y comedor estaban juntos ambos de paredes forradas en madera y suelo del mismo. Extrañamente tenían dos baños uno frente al otro, uno de los cuales su amiga se había adjudicado como si fuese exclusivo de ella y solo lo utilizaba la joven y sus amigas cuando la visitaban. La casa contrastaba con el patio verde y arreglado. Era enorme. Tenían una piscina pequeña pero que rodeada del césped y los columpios, las mesas y sillas hechos con los mismos árboles del terreno se veía como de ensueño. Según la definición de Ana la casa era rústica y le encantaba.

Llevaba 20 minutos esperando fuera del baño que habían habilitado para mujeres, el que se había adjudicado su amiga, a que una pareja terminara con su apasionada "plática" dentro de este. El baño de hombres estaba vacío pero la cerradura estaba estropeada y le aterraba la idea de que alguien entrara mientras ella estuviera orinando.

Inmersa en sus pensamientos y sintiendo la música que se escuchaba fuerte y le recorría la piel no noto que alguien había entrado al servicio desocupado por lo que se sobresaltó al ver un chico salir por la puerta frente a ella. Era guapo y claramente no era de los alrededores porque ella conocía bien a todos los muchachos de su pequeño pueblo y no se le habría pasado por alto un moreno, de ojos cafes oscuros, pestañas frondosas y por sobre todo más alto que ella.

El chico se acercó y su corazón comenzó a latir demasiado rápido por el desconocido.

- Hola - dijo él con un tono de voz que delató llevar algunas copas encima  - ¿que haces sola en este pasillo?

- Espero a que los tortolitos dentro del baño de mujeres salgan de una vez - Dijo lo más calmada posible, tratando de que su voz pareciera indiferente - pero creo que no se cansaran durante toda la noche.

- ¿Por qué no pasas al de hombres? Está vacío.

- Es que puede entrar alguien mientras lo utilizó - miró hacia la puerta - ya viste que es un poco… inseguro -

-  Si quieres yo vigilo que nadie entre mientras lo uses tu - apuntó hacia la puerta mientras la seguía mirando.

- Ahh - dudo por unos segundos. El chico estaba un poco ebrio pero no se veía fuera de sus cabales. No como si fuese a hacerle algo, además sentía que si pasaba un segundo más terminaría bajándose los jeans y orinando ahí mismo - Te lo agradecería mucho.

Como si estuviera arrancando de un asesino corrió lo más deprisa que pudo y entró al baño, tambaleándose un poco y chocando con el hombro al moreno.

Su alivio fue inmediato, se relajó e incluso sintió como si el alcohol, que no había asimilado por la tensión de la espera, de un soplo estuviera recorriendo cada parte de su cuerpo.

Había terminado pero no lograba vestirse. Tenía cada mano apoyada a un lado del inodoro para no perder el equilibrio, así que juntó toda su concentración en esa tarea y cuando al fin logró ponerse de pie,  sintió la puerta abrirse lentamente. El corazón se le detuvo 《Mierda》, y comenzó a tiritar tratando de terminar de subir sus prendas con manos torpes y afligidas, fallando a la hora de abrocharse el último botón en varias ocasiones. Cuando por fin terminó levantó la vista. Encontró los ojos del chico que le había asegurado vigilaría la puerta, pero que había terminado haciendo todo lo contrario.

- ¿Qué qu.. qué haces aquí dentro? - Dijo con voz temblorosa, avergonzada y molesta.

- Yo.. yo eh… - El joven ebrio llevó su vista al suelo y un rubor cubrió sus mejillas - Te estabas demorando mucho, te llame varias veces pero no contestabas - levantó la vista y su voz comenzaba a ser cada vez más segura, incluso podría haber pasado el efecto del alcohol pero en las condiciones de Ana era difícil descifrarlo - Entré para asegurarme que estabas bien - La miro a los ojos - Lo siento no … no quise… - Calló sin terminar la frase.

- Esta bien - fue lo que alcanzó a decir cuando sintió como una desagradable sensación comenzaba a subir por su garganta, la boca se le volvió agria, la piel helada.

Se volteo deprisa, resbalando al tratar de apoyar sus rodillas en el piso y logrando sujetarse con sus manos en el inodoro. Tuvo medio segundo de alivio al no caer cuando el vómito comenzó a salir de su boca olvidando todo.  Solo se concentró en la dolorosa sensación que dejaba en la garganta cada vez que respiraba para volver a vomitar.

Sintió una mano en su espalda y otra que le sujetaba el cabello que llevaba suelto y al que no había prestado atención. Como si hubiese cortado el agua de una llave, paró la patética escena en el instante.  Al sacar todo ese licor del cuerpo le regresó un poco la cordura y se dió cuenta del número que estaba montando frente a un total desconocido, quien la había visto con sus calzones en las rodillas y ahora le sobaba la espalda para ayudarla pasar ese momento.
Quito la mano del cabello y se paro lentamente para no volver a resbalar, sin darse la vuelta le hablo al chico.

- Por… por favor vete - y sin escuchar nada más que la puerta al cerrar, el chico se fue.

Se giró y caminó hacia el lavado, se metió una gran cantidad de agua a la boca y la escupió. Hizo lo mismo varias veces hasta sacarse el agrio sabor de la boca. Se tomó el pelo en una coleta y lavó su rostro varias veces para intentar despertar sus sentidos.

Tomo el celular y marcó al número del único servicio de taxis en el pueblo, que casi nadie utilizaba excepto ella casi todos los fines de semana. Acordó el lugar con la operadora y se sentó al borde de la tina a esperar los minutos hasta que el móvil llegará.

Miró su reloj, eran las 3:35 am,  hora justa para salir por fin de ese lugar. El automóvil ya estaría esperándola.

Paso por el cuarto de su amiga a buscar su bolso y salió lo más escondida posible para que nadie que estuviese en el patio donde aún la música sonaba fuerte, las parejas bailaban y se besaban, la viera marcharse. Tropezó varias veces. Cuando al fin estaba cerrando el gran portón de madera que daba a la calle levantó la vista y notó como un moreno de ojos profundos la miraba desde lejos con un vaso en la mano, apoyado en la pared de la casa rodeado de chicos que parecían estar riendo a carcajadas. Se le fue el calor del cuerpo y cerró fuerte para correr al auto que ya estaba con la puerta abierta esperando por ella.

Entró al patio de su casa que ocupaba el segundo piso de una enorme casona que compartían con su tía y su familia. La casa era grande incluso ocupando solo la segunda planta.  La sala, el comedor y la cocina americana compartían un amplio lugar al frente de la casa y en un pasillo central aparecían unas frente a otras las 4 puertas; 1 baño y tres dormitorios de la familia. Al fondo del pasillo una puerta llevaba a un balcón del ancho de la casa con dos sillas y una pequeña mesa que miraban al  lago que bañaba la orilla de su terreno.

Tropezó en dos ocasiones al subir la escalera exterior. Intento varias veces en vano de abrir la puerta, pero finalmente terminó haciéndolo su hermano menor quien había despertado por el ruido de la pelea que mantenía Ana con la puerta.

- Gracias Cris, te debo una.

- Shhh... casi despiertas a los papás - dijo llevando a su hermana de la muñeca hasta la puerta de la habitación - Me voy a dormir.

Cristian era un año menor que Ana y su parecido era únicamente físico, ambos de ojos pardos, cabello claro y piel clara, pero en contraste con su hermana, el menor tenía un cuerpo envidiable ya que gastaba todo su tiempo fuera del colegio realizando todo tipo de deportes al aire libre, siendo su favorito el ciclismo en cerro. Era tranquilo y llevaba una vida sana. No frecuentaba fiestas que no fueran un cumpleaños familiar o el cambio de año. Le iba pésimo en las materias del colegio, pero era el mejor hermano que Ana podría desear. Siempre la cuidaba y le ayudaba a salir de cada lío en que ella se metía.

Entró a su cuarto y tiró su bolso al piso. Tomó un bulto de ropa a los pies de la cama y se dirigió al baño.

Nerviosa e imaginando que ella era la causa de las risas de los jóvenes, se quitó la ropa lentamente, colocando su pijama de osito. Volvió a lavar su cara y su boca, esta vez con grandes cantidades de pasta dental para intentar olvidar lo ocurrido y que su boca se empeñaba en hacerle recordar.

Una vez en su cama deseo despertar y olvidar todo. Olvidar al chico que le había arruinado una buena noche, porque lo había estado pasando bastante bien hasta ese momento. 《Si tan solo hubiese esperado un poco más a que los idiotas salieran del baño》

Siguió repasando una y otras vez los patéticos últimos minutos de la velada hasta caer profundamente dormida.

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